‘Hachazos’ fiscales, impuestos y consensos

La coyuntura parece posponer la reforma fiscal. Déjenme, no obstante, hacer unas reflexiones. El éxito de cualquier reforma requiere consenso. Y lo requiere porque se teme lo peor. Un hachazo fiscal. Sin embargo, creo que el consenso es muy difícil por aquello de lo impopular de subir los impuestos y lo popular de bajarlos. Pero a quien propugna una y otra cosa, muy especialmente a los segundos, les preguntaría qué alternativa proponen para la sostenibilidad del Estado de bienestar.

Es obvio que el Estado ha de cumplir con su obligación constitucional de economía y eficiencia en el gasto y con la ley de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera. Lo contrario es un fraude a los ciudadanos. Es, pues, necesario, más en un contexto de reforma, verificar si tal obligación se cumple, circunstancia que dudo.

Dicho esto, lo cierto es que hay mucha hipocresía fiscal. Se pide equidad y justicia, pero que no se toquen los privilegios fiscales, omitiendo, claro está, que nuestro sistema tributario es ineficiente en la recaudación y falto de equidad como consecuencia de la amalgama de exenciones, reducciones, bonificaciones, regímenes especiales y un largo etcétera que perjudica a los no privilegiados. Todos, también, pedimos ayudas públicas. Unos, para salvar diferentes sectores; otros, para dinamizarlos. Y una gran mayoría, para financiar derechos sociales.

 

Carencias

Nuestro sistema tributario es ineficiente en la recaudación y falto de equidad como consecuencia de una amalgama de exenciones

Además, no nos damos cuenta de que el problema no es tampoco la presión fiscal, sino cómo se distribuye. La Constitución exige que el sistema tributario “en su conjunto” sea progresivo. Y la progresividad, en mi opinión, hay que medirla en términos de tipos efectivos. Para saberlo hay que sumar los tributos que individualmente pagamos (IRPF, patrimonio, IVA, impuestos especiales, IBI, cánones y recargos, etc.) y ver qué porcentaje representan con relación a nuestra riqueza. Después, y para constatar la progresividad efectiva, habría que ordenar tales datos por percentiles de riqueza y verificar que el porcentaje de impuestos pagados aumenta progresivamente en la medida que el nivel de riqueza aumenta. Mucho me temo que el resultado sería desalentador y confirmaría que la mayor progresividad se concentra en las rentas medias, disminuyendo en las rentas altas. Nos daríamos cuenta de que el problema es la distribución de la presión fiscal.

Se omite también que la inseguridad jurídica lastra la recaudación y que solucionándola esta última aumentaría mucho, como lo haría con una fiscalidad verdaderamente participativa. Y todo sin olvidar que sin riqueza no hay recaudación. Yo no creo en subir o bajar impuestos. Creo en la justicia tributaria y en la igualdad fiscal. Estoy por ello convencido de que, si todos creemos en ello, y en las disfunciones apuntadas, el consenso es posible.

 

Más información: www.lavanguardia.com

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